Tengo mil ideas en la cabeza y no sé cómo ordenarlas.
Cada vez veo más signos y más claros de que el término "mujer" es un invento lingüístico de la dominación hetero-capitalista.
"Mujer" es en este momento un adjetivo restrictivo, un ser sexual, un apaño dañino, un bien (un mal) de consumo, una paradoja del orden natural establecido por los otros (¡Ay no, que no hay otredad en nuestro mundo!)
En lugar de hablar de estas cosas, que no tienen mucho éxito, les voy a hablar de Monique Witting, alguien que pensó y ordenó magistralmente este tipo de ideas.
De hecho, luego hablaré someramente de sus teorías (de su vida, desgraciadamente sé muy poco). Pero, por hacer más ameno el trance, voy a comentar lo bien que le sentaban a esta mujer los sombreros.
¿Saben por qué? Se trata de un tema de proporción y elegancia.
Mientras que la ropa se utiliza sobre todo para disimular lo que se consideran imperfecciones; los complementos sirven para ensalzar virtudes. En el caso de los sombreros, gorras, y gorros, enfatizan cierto carácter.
Para empezar, hay que saber llevar un sombrero. Hay que tener cierta gracia en ademanes, miradas y psicomotricidad.
Un sombrero cubre la cabeza, representa la parte más intelectual de nuestro cuerpo; en cierto modo eleva a la persona. A la gente excesivamente alta o excesivamente baja no le suele sentar bien. Taparse la cabeza favorece al humano promedio.
Los sombreros con ala, como los que lucía Witting, sientan bien con media melena como la suya y también con pelo largo. Sin maquillaje alguno consiguen un efecto de fascinación absoluta. Pareciera que cualquier cosa que diga, iba a resultar de interés.
Con el pelo corto, Monique corona su brillante cabeza con una gorra, mucho más apropiada y coherente con el look que luce.
En general, cualquier efecto óptico que agrande la cabeza, resulta favorecedor: desde un cardado hasta una capucha esquimal. Desde siempre monarcas y dictadores se han empeñado en ponerse cosas en la cabeza para demostrar que detentaban algún tipo de poder. En el antiguo Egipto (por el que estoy cogiendo gran gusto últimamente) abusaban de la desproporción cefálica en sus representaciones artísticas.
Nosotros, los ciudadanos de hoy, herederos de un ingente legado de absurdos y confrontaciones intelectuales, deberíamos considerar el sombrero como la vivaz tapadera de nuestros atractivos cerebros racionales.
El mío, como les decía anda ahora disperso con esta tontuna de la diferenciación de géneros. Lo que viene a decir Monique, desde una perspectiva lesbiana es que la diferencia sexual es meramente política, no natural. Y por ende, las lesbianas no son mujeres; porque en el mundo heterosexualizado en el que vivimos, "mujer" está contrapuesto a "hombre". Y también de ahí, (y eso es un poco cosecha mía) que lo que hoy conocemos por gays y lesbianas sean una raza híbrida de heterosexuales: Luchan por el matrimonio gay, en lugar de abogar por la abolición del matrimonio como institución, que sería lo lógico.
Si les gusta leer sobre sombreros, den aquí por terminada su lectura.
Esto es lo que dice Monique Witting:"Masculino/femenino, macho/hembra son categorías que sirven para disimular el hecho de que las diferencias sociales implican siempre un orden económico, político e ideológico. Todo sistema de dominación crea divisiones en el plano material y en el económico. Por otra parte, las divisiones se hacen abstractas y son conceptualizadas por los amos y más tarde por los esclavos cuando estos se rebelan y comienzan a luchar.
Cada vez veo más signos y más claros de que el término "mujer" es un invento lingüístico de la dominación hetero-capitalista.
"Mujer" es en este momento un adjetivo restrictivo, un ser sexual, un apaño dañino, un bien (un mal) de consumo, una paradoja del orden natural establecido por los otros (¡Ay no, que no hay otredad en nuestro mundo!)
En lugar de hablar de estas cosas, que no tienen mucho éxito, les voy a hablar de Monique Witting, alguien que pensó y ordenó magistralmente este tipo de ideas.
De hecho, luego hablaré someramente de sus teorías (de su vida, desgraciadamente sé muy poco). Pero, por hacer más ameno el trance, voy a comentar lo bien que le sentaban a esta mujer los sombreros.
¿Saben por qué? Se trata de un tema de proporción y elegancia.
Mientras que la ropa se utiliza sobre todo para disimular lo que se consideran imperfecciones; los complementos sirven para ensalzar virtudes. En el caso de los sombreros, gorras, y gorros, enfatizan cierto carácter.
Para empezar, hay que saber llevar un sombrero. Hay que tener cierta gracia en ademanes, miradas y psicomotricidad.
Un sombrero cubre la cabeza, representa la parte más intelectual de nuestro cuerpo; en cierto modo eleva a la persona. A la gente excesivamente alta o excesivamente baja no le suele sentar bien. Taparse la cabeza favorece al humano promedio.
Los sombreros con ala, como los que lucía Witting, sientan bien con media melena como la suya y también con pelo largo. Sin maquillaje alguno consiguen un efecto de fascinación absoluta. Pareciera que cualquier cosa que diga, iba a resultar de interés.
Con el pelo corto, Monique corona su brillante cabeza con una gorra, mucho más apropiada y coherente con el look que luce.
En general, cualquier efecto óptico que agrande la cabeza, resulta favorecedor: desde un cardado hasta una capucha esquimal. Desde siempre monarcas y dictadores se han empeñado en ponerse cosas en la cabeza para demostrar que detentaban algún tipo de poder. En el antiguo Egipto (por el que estoy cogiendo gran gusto últimamente) abusaban de la desproporción cefálica en sus representaciones artísticas.
Nosotros, los ciudadanos de hoy, herederos de un ingente legado de absurdos y confrontaciones intelectuales, deberíamos considerar el sombrero como la vivaz tapadera de nuestros atractivos cerebros racionales.
El mío, como les decía anda ahora disperso con esta tontuna de la diferenciación de géneros. Lo que viene a decir Monique, desde una perspectiva lesbiana es que la diferencia sexual es meramente política, no natural. Y por ende, las lesbianas no son mujeres; porque en el mundo heterosexualizado en el que vivimos, "mujer" está contrapuesto a "hombre". Y también de ahí, (y eso es un poco cosecha mía) que lo que hoy conocemos por gays y lesbianas sean una raza híbrida de heterosexuales: Luchan por el matrimonio gay, en lugar de abogar por la abolición del matrimonio como institución, que sería lo lógico.
Si les gusta leer sobre sombreros, den aquí por terminada su lectura.
Esto es lo que dice Monique Witting:"Masculino/femenino, macho/hembra son categorías que sirven para disimular el hecho de que las diferencias sociales implican siempre un orden económico, político e ideológico. Todo sistema de dominación crea divisiones en el plano material y en el económico. Por otra parte, las divisiones se hacen abstractas y son conceptualizadas por los amos y más tarde por los esclavos cuando estos se rebelan y comienzan a luchar.
Sólo hay un sexo que es oprimido y otro que oprime. Es la opresión la que crea el sexo, y no al revés. Lo contrario vendría a decir que es el sexo lo que crea la opresión, o decir que la causa (el origen) de la opresión debe encontrarse en el sexo mismo, en una división natural de los sexos que preexistiría a (o que existiría fuera de) la sociedad.
El destino de las mujeres es aportar tres cuartas partes del trabajo en la sociedad (tanto en la esfera de lo público como de lo privado), trabajo al que hay que añadir el trabajo corporal de la reproducción según la tasa preestablecida de la demografía. Ser asesinada y mutilada, ser torturada y maltratada física y mentalmente; ser violada, ser golpeada y ser forzada a casarse, éste es el destino de las mujeres. Y por supuesto no se puede cambiar el destino. Las mujeres no saben que están totalmente dominadas por los hombres, y cuando lo admiten, «casi no pueden creerlo». Por lo general, como último recurso ante la realidad desnuda y cruda, rechazan «creer» que los hombres las dominan conscientemente (porque la opresión es aún más terrible para las oprimidas que para los opresores). Por su parte, los hombres saben perfectamente que dominan a las mujeres («Somos los amos de las mujeres», dijo André Bretón) y han sido educados para hacerlo. No necesitan decirlo constantemente, pues rara vez se habla de dominación sobre aquello que ya se posee. ¿Cuál es entonces este pensamiento que se niega a analizarse a sí mismo, que nunca pone en cuestión aquello que lo constituye en primera instancia? Este pensamiento es el pensamiento dominante. Este pensamiento afirma que existe un «ya ahí» de los sexos, algo que precede a cualquier pensamiento, a cualquier sociedad. Este pensamiento es el pensamiento de los que gobiernan a las mujeres".
Creo que es el turno de las que somos culturalmente designadas como mujeres. Es más, de las no-lesbianas (entre las que veo muy pocas preguntas). Es hora de desmarcarnos de la cultura política de la dominación, es hora de pensarnos, es hora de admirarnos de nuestro poder, y si es con un sombrero puesto, mejor.
(Monique Witting nació en Francia en 1935 y el 3 de enero de 2003 su pareja, la directora de cine Sande Zeig, informó que había muerto de un ataque al corazón, a los 67 años en su hogar, en Tucson, Arizona)
Lo dice Diana Aller