Un día puede ser un día cualquiera, pero nunca lo es. Por motivos que no viene al caso explicar lo he pasado muy mal en la vida y eso me ha enseñado a valorar hasta lo más imbécil de la existencia. Mis amigos me dicen que soy muy zen y tiendo al "buenrollismo" (algo que detesto con la fuerza de los mares, pero bueno). Yo creo que no es eso, es más bien que no doy importancia a las cosas irrelevantes o dañinas, y valoro y me emociono con preciosas insignificancias. Por eso cada día que pasa, con sus fracasos y pequeñas glorias, es una pieza única, una celebración de la vida. He aquí un día mío. Concretamente, el de ayer.
Me despierto pronto. Veo la hora y decido dormir un poco más.
Cuando vuelvo a despertarme, considero que ya es hora de ponerse en pie:
Esto es lo que veo al despertar. Nada.
Miro el móvil (duermo con él al lado, que por lo visto es malísimo). Las semanas que estoy sin hijos no pongo alarma, porque no tengo que llevar a nadie al colegio. Tengo que sacar a Crispín, eso sí. Aunque tiene un cestito junto a mi cama, suele subir a dormir conmigo. Como es un ancianito de 14 años, le consiento un poco.
El feng shui desaconseja tener espejos en el dormitorio, pero yo tengo tres. Eso sí, la cama está enfrentada a la puerta y con el cabecero en la pared, como marcan los cánones de la armonía en el interiorismo.
Lo primero siempre es preparar café. Normalmente Sergio se levanta antes y hay café calentito y recién hecho.
Este es mi baño. Cuando hace calor me ducho por las mañanas. En invierno por las noches.
Mi ducha tiene una sugerente luz azul. Es un regalo de dos amigos catalanes que se quedaron en casa y que me hace recordarlos cada día.
No me lavo el pelo a diario, pero si me ducho sin lavármelo tengo sensación de engaño, de incorrección... No sé cómo explicarlo. Hoy me lavo la cabeza.
Después me echo hidratante y desodorante. He comprobado que el efecto del desodorante tiende a perderse, y a mi lo que mejor me va es variar de marcas y productos.
Elijo qué ponerme. Tengo las camisetas y jerseys ordenados por colores.
Hoy es un día complicado porque tengo varias historias. Me decanto por esto:
Crispín está medio sordo y medio ciego, pero da saltos de cachorrito justo antes de salir a la calle. Es una euforia tan honesta, tan alocada... Es como si a ustedes les dicen que van a una discoteca con su musica favorita, con pivones que desean follar con usted y que le espera la mejor jornada de su vida. Exactamente igual, reacciona Crispín.
Vivo en Malasaña city, donde todas las paredes están pintarrajeadas. Yo ni me fijo, pero es algo sobre lo que mis hijos suelen hacer hincapié.
Crispín va olfateando y meando por los rincones, y como tiene una hernia anal, le cuesta muchísimo hacer caca, aunque él no deja de intentarlo.
Me llama la atención que en una farmacia vendan un producto llamado "Culo 10". Me parece un naming excelente: claro, conciso y llamativo.
Me dirijo hacia mi exbarrio de Chueca, concretamente a mi gestoría de confianza, para hacer la declaración de la renta. Es decir, para que me la hagan, porque soy extremadamente limitadita para estas cosas.
Javier, mi gestor, me dice que puedo pasar con el perro, pero que hay una compañera que tiene alergia. Estudia mis contratos e impuestos, y se ausenta un momento del despacho decorado de gestoría.
Cando vuelve, me advierte que voy a tener que abonar bastante dinero. Tengo demasiados pagadores (más de diez) y me han retenido muy poco.
Al salir, Paso por el supermercado del Mercado de San Antón, para comprar las barritas de cereales favoritas de mi hijo Polo, que son de la marca aliada.
Crispín se empeña en ir por la plaza de Chueca. Yo creo que añora la pandilla de perros malotes y humanos mendigos de allí.
Regreso a casa. Siempre dudo qué llave es del portal y cuál de mi piso. Miro el buzón.Crispín espera educadamente a que deje su correa y entre en casa.
Llevo casi 9 meses viviendo aquí. Es una casa enorme, con gotelé y sin aire acondicionado, cosas que hasta hace poco yo no hubiera aceptado. Recorro este pasillo decenas de veces al día. Cuando camino por él me siento profundamente feliz.
Ésta es nuestra pinacoteca particular. Todas son obras nuestras (hechas por nosotros a partir de recortes y posters) o recogidas de la basura. Por tanto es una colección única.
Me instalo con otro café y algo sólido de desayuno en el despacho. Comienza mi jornada laboral. Es difícil explicar a qué me dedico, aunque resumiendo mucho es a escribir.
Hoy tengo que escribir sobre la entrega de premios del Club de las 25 a la que acudí el lunes. Como llegué tarde, me faltan datos y fotos para poder hacer una crónica en condiciones. Llamo a la responsable de prensa y le pido ayuda.
Paso sentada en esta mesa muchísimas horas.
Hablo por whatsapp con Sergio y Jota, porque vamos a hacer unas fotos para no sé qué. (Creo que algo de ensaladas Florette, pero no he prestado mucha atención).
Escribo entonces mi columna mensual para Vanidad. No sé muy bien de qué escribir...
Al poco rato, hago un parón para actualizar las redes sociales. Voy a por más café.
Al pasar por las habitaciones de mis hijos siento cierto vacío cuando no están, pero también un marujil orgullo por no tener tanto trabajo del hogar.
Me pongo entonces con la crónica para Madriz de la entrega de premios. ¡Buf! No sé si mis fotos son demasiado cutres...
El siguiente descanso que hago es para poner unos cuantos "me gusta" en facebook y pedir a la editorial Brumaria este libro:
Me lo recomendó un buen amigo, y creo que me gustará.
Yo paso mucho más tiempo en el despacho que Sergio, por eso en su mesa hay más orden que en la mía.
También tengo un corcho a modo de recordatorio de algunas cuestiones pendientes.
Intercalo mis labores profesionales con las del hogar. Las pequeñas cosas, como poner bolsa nueva de la basura, son las que rigen las rutinas. Y aunque sirvan para ordenar el caos de la existencia, me cago un poco en este tipo de cosas que no aportan nada, la verdad.
Sigo trabajando... Escribo la crónica para Madriz cuando llaman a la puerta. Es Jota. Trae comida de El Siciliano para tomar mientras hacemos la foto.
Al poco llega Sergio. Dice que estamos tan en silencio que pensaba que no había nadie en casa.
Llega entonces Ismael con Bala.
Bala es la ex de Crispín. Tuvieron tres hijos, y hoy se tratan con relativa frialdad. Así es el amor, amigos. Caprichoso, fugaz, ingrato. Se hacen mayores y lo suyo les parecerá ahora una locura de juventud.
Aunque Ismael está acostumbrando a que le fotografíen, él es hoy el que va a disparar la cámara.
Jota me pide que busque un vestido con estampado de leopardo. Tengo tres (y los tres proceden de la basura).
En mi dormitorio, Jota se admira del burro redondo que tengo. Le explico su origen: Perteneció a Iria Valiño, después a Jacobo y María, los Herida de Gato, y finalmente a Natalia Ferviú, que me lo cedió a mi.
Me maquillo para las fotos. Aunque me van a poner una lechuga para taparme la cara (madre mía) al menos tendré una foto a cara descubierta para mi.
Preparamos el shooting en el salón. Se me hace raro ver a Sergio con camisa, pero le queda muy bien.
La foto será algo parecido a esto finalmente:
Nos sentamos a comer rápido los mejunjes italianos que ha traido Jota.
Con el café, los tres chicos toman una galletita de la fortuna, para ver qué les depara el destino.
Sergio se tiene que ir a trabajar.
Al poco se marchan también Ismael, Jota y Bala.
Recojo mínimamente y hago un pis rápido: Esto es lo que veo sentada en emi wc:
Crispín se muere de ganas de salir, así que recorro Malasaña para ir al Vips.
Es miércoles, hoy sale la revista Cuore, y veo que también está en Vanidad. Pillo las dos (escribo en las dos).
Crispín, paciente me espera en la puerta.
De regreso a casa veo a un chico guapísimo en el Starbucks. No me atrevo a hacerle una foto. Nos miramos, y nos sonreimos... Y en ese preciso instante, Crispín intenta (infructuosamente otra vez) hacer caca. Me muero de vergüenza.
Aprovecho el trayecto para chequear el Instagram, que cada vez me parece más uniforme y aburrido. Está lleno de fotos de comida, fiestas nada apetecibles, como grasientas, de marica antigua... Me encuentro también con cosas bonitas, como la de Jota, que ha puesto su mensaje de la galletita de la fortuna. (pero soy tan lerda que la captura de pantalla me sale mal)
![]()
O un alegre diseño de Jarapa Jarapa:
![]()
Vuelta a casa. Así es el techo de mi portal, con ínfulas versallescas:
Y así el ascensor: Bronx style.
![]()
Hago café mientras friego algunos platos.
Toca trabajar de nuevo. Me piden unos cambios en un artículo para la revista Ser Padres. Los hago y envío el nuevo documento. Termino la crónica para Madriz, y posteo en el facebook de Lo dice Diana Aller el artículo de Arde Magacine mío que se publica hoy.
El mail avisándome de ello, es de esos que animan un montón. (Perdona Delia por exhibirlo aquí).
Me tiro una hora y media escribiendo.
A veces creo que soy muy lenta, porque siempre me persigue la sensación de que llego tarde, de que lo podría hacer mejor... Y de verdad, los que se dedican a esto o tienen un blog, sabrán el tiempo y la dedicación que lleva hacer un artículo. ¡Imagínense varios al día! A veces tengo que frenar y olvidarme de todo lo que me queda por hacer durante cada jornada. Lo mejor es simplemente ir haciéndolo. Las ideas ya fluirán... -qué raro me suena de repente el futuro del verbo "fluir"-.
La vista desde mi escritorio es preciosa, los tejados de Madrid y los ruidos de los pajaros resultan inspiradores. De vez en cuando pasa algún coche, pero el ambiente es muy placentero aquí.
A las 18:04 se va la señal del wifi y lo interpreto como un designio del destino. Hago un parón para terminar de fregar y barrer la casa. Me encanta barrer, y me relaja muchísimo.
![]()
Para ir preparando un artículo sobre música, voy buscando declaraciones entre allegados y amigos...
Respondo mails, twitteo cosas, escribo un poquito de distintos artículos... Paso una hora más tecleando mi portatil.
Mientras tanto, en el cuarto de estar, contiguo a mi despacho, Sálvame está en pleno auge y Crispín duerme:
Llega un momento que la cabeza no me da para más, así que picoteo unos frutos secos (una de mis perdiciones) y al entrar en mi habitación me entra una ternura especial. En el cabecero tengo uno de los diplomas más difíciles de conseguir.
Sobre la cama, mi perrito me mira con ensayada lástima (es un teatrero, y a mí me encanta que lo sea). Sí, es hora del tercer paseo de Crispín del día.
Le saco 4 veces. Siempre, desde que era pequeño. Cuatro paseos de distinta duración. Normalmente el de la mañana y la noche son más breves.
Paseamos por Malasaña y me fijo que hay mucha gente haciendo lo mismo que yo a estas horas: con una correa de perro en una mano y un móvil en la otra. El signo de los tiempos:
Crispín intenta una y otra vez hacer sus deposiciones a lo largo y ancho de la calle Fuencarral. No hay manera.
Decido llevarlo al veterinario. Entramos en la Clínica Arco Iris, donde le hacen seguimiento desde que lo adopté hace 13 años.
Por respeto a la veterinaria, a ustedes y sobre todo a Crispín, no pongo imágenes del durísimo proceso de sacarle las heces manualmente de su maltrecho ano. Él no solo no protesta, si no que suspira aliviado. Aprovecho para comprar su comida rica en fibra. Sorprendentemente, sacar la caca cuesta 5€ y el pienso 20€. ¿No debería ser al revés?
De vuelta a casa ya está Sergio.
Decido cambiarme de ropa para ponerme algo más de fiesta y más acorde con los eventos de esta noche. Me hago un total look Calatrava. Es decir, un vestido (de Cos) y unas sandalias (de Sonia Rykiel) todo regalo de Jaime Calatrava. Bueno, y unos calcetines que me trajo Araceli de China.
Me intento poner unos tatús calcamonía discretitos y monos, pero algo hago mal porque no se adhieren a la piel.
Cambio de idea y me pongo un tatú (también temporal) más chungo y carcelario.
Sergio llama al ascensor y salimos hacia la calle Minas.
![]()
Allí expone nuestro amigo Dani Entonado.
Se trata de un local muy cutre y lleno de encanto.
Todo lo patrocina Jameson, con lo que lo único que se puede beber (son las 21:00 aprox) es Jameson con Ginger ale.
Allí empieza la sucesión de amigos y salutaciones.
Dani ejerce muy bien de artista, porque realmente lo es.
Y como siempre, lo más animado está fuera, donde la gente sale a fumar.
Van llegando distintos contactos del facebook (porque eso es lo que somos, una gran comunidad social) a ver la colorista obra de Entonado.
María y Pedro vienen hablando de sostenibilidad, según me comentan... Yo nunca hablo de sostenibilidad con nadie. ¿Igual debería? No lo sé...
Besos, conversaciones intrascendentes y puesta al día con unos y otros.
Un contingente nos encaminamos a San Bernardo.
Allí nos dividimos para repartirnos en taxis camino al Matadero.
Yo voy con Iria y Sumi en uno. Ellas miran su móvil y a mi me llama una vecina por un problema de humedades que tengo que resolver ¡Detesto los sinsabores de la vida adulta!
Llegamos al Matadero. A mi es un lugar que me encanta, y que es perfecto para acoger festivales. Tiene, eso sí, cierto mal karma. No creo que las almas de los animales allí sacrificados estén muy contentas.
Iria se queda hablando con Bimba y su novio, que se van ya de la fiesta.
Entramos.
Es un fiestón enorme, muy bien organizado. En teoría se presenta la revista iD España, pero todo está patrocinado por Audi, lo cual facilita mucho las cosas: bebida gratis, catering rico... La verdad, es una fiesta guay.
Hay famosos de medio pelo y muchos reporteros y fotógrafos.
Es una fiesta donde conozco al 30% de los asistentes, con lo que, la mejor opción es alternar cerveza (aquí si que hay ¡bieeen!) con salutaciones. Mi admirado Antonio Dieguez es uno de los primeros en saludarme.
Hay gente muy rara. Tal vez yo soy muy clásica, o muy mayor... Pero flipo con todo.
![]()
![]()
En el centro de la sala hay un set de mesas de mezclas y aparatos reproductores, donde Svper (antiguos Pegasvs) tocan y cantan sus cosillas. Suena bien.
La iluminación también me gusta. Hay bastante oscuridad, que favorece mucho más a todo el mundo, claro... Lo único es que en las fotos no se ve una mierda.
Paso de hacer una lista de todos los conocidos que me encontré. Había muchísimos contactos de facebook y amigos, y en general muy buen rollo también. También algunos con los que estuve en la fiesta del Palace el lunes... Me viene a la cabeza la letra de los Sencillos "Siempre, la misma gente, indiferente..."
Influye, obviamente, la barra libre de alcohol. Llega un momento que la chavalería se desinhibe y hablan y bailan y ligan... El ambiente se vuelve más y más festivo.
Conozco a Blanca, que se me acerca y me dice que lee este blog. ¡Un saludo, Blanca!
También a una amiga suya que no recuerdo cómo se llama pero es fotógrafa.
Ambas son amigas del hetero más guapo de la fiesta (que además lleva unos zapatos preciosos). Es un chico que se llama -atención- Amar.
Voy al baño con Bárbara y Otto. De camino, echo un vistazo al libro de los Modlin que tienen en el Matadero para ojear. Me parece flipante. Lo quiero.
Su historia me dejó tan perpleja y fascinada, que al día siguiente de que apareciera en Cuarto Milenio, me fui a ver la casa (muy cerca de la mía) y es absolutamente terrorífica.
Hago pis.
Otto se atusa su gorra azul eléctrico (que según me comenta se la ha dejado Rubén).
Volvemos al interior de la sala. Hay cosas muy promocionales como ésta:
La verdad, es lo mínimo cuando alguien esponsoriza nuestro ocio. Estoy superafavor de las fiestas patrocinadas. Esta está especialmente bien montada y es muy divertida.
![]()
La gente va ciega como piojos y hay muchas risas y conversaciones intrascendentes.
Estos fotógrafos me cayeron fenomenal:
Empiezo a perder la noción del tiempo, y un poco del espacio también.
Ya no sirven más cervezas y al poco cesa la música. Hay que reaccionar, hay que tomar decisiones. Me siento rebelde, con necesidad de estrategias y alianzas, y junto con la Boli (Andrea Caracortada) y Cito, trazamos un plan muy de la guerrilla salvadoreña. (O en esos momentos es lo que me parece a mi). Asaltamos el interior de la barra, cogemos una docena de botellas fresquitas de cerveza y hasta un abridor.
Con el botín en la mochila de Cito, pasamos por el photocall, donde Sergio me hace esta foto "agachá" y contrahecha y salimos al exterior.
En el patio se forman corrillos con los que descorchamos y compartimos las cervezas. Brays Efe me cuenta su experiencia de la peli que ha grabado con Úrsula Corberó. Me encanta la pasión que desprenden sus palabras.
Vamos en comandita a la parada de taxis. Somos muy desorganizados y muy desastre todos (o estamos sensiblemente achispados) y hacemos repartos desiguales para subirnos en los coches.
Yo voy con Sergio en un taxi. Es curioso, porque aunque somos compañeros de piso, en casa nos vemos poco (mis hijos dicen que siempre está fuera o durmiendo). Llevamos horarios muy diferentes, y coincidimos sobre todo saliendo. Hablamos de las vacaciones, de la posibilidad de irnos un grupo de amigos a las islas griegas. Suena muy apetecible, y ya que este año ni él ni yo hemos ido al Primavera, tenemos que pensar opciones para el verano.
Nos bajamos en Gran Vía. (por cierto ¡qué yuyu los ojos del perro de ahí detrás!)
Vamos a Corazón, el punto de encuentro de todas nuestras pandillas, y sobre todo el local donde sirven comidas, la música se oye encantadoramente mal, dejan entrar perros (dependiendo de la hora, claro) y lo tenemos a unos 60 segundos de casa.
No sé si la he comprado/pedido yo, pero tengo una cerveza en la mano todo el rato.
Voy a hacer pis, hablo con Leticia.
Fuera se forma un corrillo curioso de gente: Otto, Leticia, Sergio, uno del grupo Los Nastys (¡Con una camiseta de Madriz!), Noel, y un amigo de Noel que se llama Jose.
Hablo con Jose que creo que está como yo (es decir, bochornosamente ciego). Hablamos de hacer las cosas por intuición, sin estudiarlas, y ambos estamos de acuerdo con esa filosofía de vida.
Aunque soy prácticamente la única que no tiene que madrugar al día siguiente, me entra un ataque de responsabilidad, y decido marcharme, porque aun tengo que sacar a Crispín. Dejo a todos en la puerta y emprendo el camino a mi casa.
Con Crispín paso por la puerta de Corazón. No sé ni qué hora es. Jose y yo decidimos pasar la noche juntos. Sergio y Jose se hicieron amigos el otro día en un local e hicieron un pacto para ayudarse mutuamente a ligar. Los dos me hablan muy bien del otro, y esto me hace decidirme ¿Porqué no? Es evidente que Jose (llamado Busta por sus amigos) es buena gente.
Nos vamos a casa. Y pueden no creerme si no quieren, pero no pasa absolutamente nada. Bueno, que nos alternamos para poner canciones en Spotify, y nos dormimos riéndonos y diciendo chorradas. Eso es todo. No sé si eso significa ser una pringada o una triunfadora. Yo lo percibo todo como muy divertido.
Ya estoy dormida cuando escucho a Sergio llegar. Me dice no sé qué y sigo durmiendo.
Jose se ha ido a las 7 de la mañana.
Las semanas que tengo niños, son profundamente diferentes. Soy madre sin parar; solo hago actividades relacionadas con mi trabajo y mis hijos, y compenso creo que bastante bien ambas vidas. Tengo ganas de niños cuando estoy con ellos, y tengo ansias de libertad cuando gestiono mi tiempo sin ataduras. Creo que gozo de un equilibrio que muy poca gente puede tener. Cuando alguien me dice que su momento favorito del día es cuando se acuestan sus hijos y tienen un rato "suyo", siento como lástima, porque a mi me ocurre lo contrario. Les pido a mis hijos que se queden 5 minutitos más conmigo, antes de acostarse, que me encanta estar con ellos y lo valoro un montón. Les organizo concursos, gymkanas con adivinanzas y juegos; vamos al cine, hacemos excursiones... En fin, una vida igual de maravillosa pero muy distinta de la que hago las semanas que tengo a Crispín.
Así es un día en mi vida, como cualquier otro. Igual de especial.
Lo dice Diana Aller